El ácido hialurónico ha revolucionado el mercado cosmético y médico en la última década y, junto al botox, es la sustancia protagonista del relleno antiarrugas. Cerca de 27 millones de personas en todo el mundo las han utilizado. Aunque muchos optan por inyectarse colágeno o su propia grasa obtenida con una liposucción, los famosos implantes de colágeno de origen animal han perdido puntos frente a estas dos sustancias biológicamente compatibles.
La diferencia entre las dos está en que el botox se aplica en zonas de movimiento, para debilitar o paralizar los músculos. Si esa parte del rostro no puede moverse, dejará de arrugarse. El botox se inyecta comúnmente en las patas de gallo, el entrecejo y las arrugas de la frente. En cambio, se recurre al ácido hialurónico en la zona que carece de músculo. Se usa sólo en esa zona de la nariz a la boca donde se forman surcos, o para aumentar el volumen de los labios. Esta sustancia hidratante retiene las moléculas de agua, mejorando la elasticidad y el aspecto de la piel.
Los materiales de relleno son aquellos que pueden ser introducidos en el organismo mediante inyección. Según su origen se clasifican en biológicos (de origen orgánico) y no biológicos (de origen sintético) y según su duración en: reabsorbibles e irreabsorbibles.
Implantes reabsorbibles: Los rellenos inyectables temporales, rápidamente biodegradables, poseen una duración limitada entre los 2 y, como mucho, los 6 meses. Los productos más utilizados son los derivados del colágeno (autólogo o bovino) o del ácido hialurónico (de origen animal o de síntesis). Otro producto con las características de reabsorbible es el ácido poliláctico (antes llamado New Fill y actualmente Scultra) cuya duración oscila entre los 12 y 18 meses.
Implantes irreabsorbibles: Son definitivos, es decir, no reabsorbibles y entre ellos destacan: Metacrilato (Artecoll y Dermalive), Acrilamidas (Aquamid y Evolution) y Polialquilimidas (Bioalcamid). La silicona líquida, en forma de microgránulos o biopolímeros pertenece al grupo de los compuestos inorgánicos irreabsorbibles y su utilización con fines estéticos está prohibida en nuestro país.
En 1934 Karl Meyer y su colega John Palmer lograron aislar una sustancia química hasta entonces desconocida, a partir del cuerpo vítreo de los ojos de las vacas. Descubrieron que esta sustancia contenía dos moléculas de azúcar, una de las cuales era el ácido urónico. A raíz de esto, propusieron, por razones de conveniencia, que se le diera el nombre de “ácido hialurónico”, a partir de las palabras “hialoide” (vítreo) + ácido urónico”. En ese momento ignoraban que la sustancia que habían descubierto se convertiría en una de las más interesantes y útiles macromoléculas naturales.
El ácido hialurónico fue utilizado por primera vez con fines comerciales en 1942, cuando Endre Balazs solicitó patentar un proceso de utilización de este ácido, como sucedáneo de la clara de huevo en los productos de pastelería. Se convirtió en el experto número uno acerca de este ácido y llevó a cabo la mayor parte de los descubrimientos relativos al mismo, durante los últimos cincuenta años.
El ácido hialurónico está presente de forma natural en todos los organismos vivos, y es un componente universal de los espacios existentes entre las células de los tejidos (espacio extracelular). Es un polisacárido con una estructura química idéntica, independientemente de que se encuentre en el cuerpo de una simple bacteria o de un ser humano. El ácido hialurónico puede encontrarse en muchas zonas del organismo humano, como son:
•La piel, en la cual crea volumen (sin el ácido hialurónico, la piel estaría seca, marchita y arrugada)
•El cuerpo vítreo, donde da forma y volumen a los ojos.
•En los cartílagos, huesos y líquido sinovial, en los que tiene el papel de lubricante, de material de absorción de los golpes y de filtro, entre otras cosas.
•En los vasos sanguíneos.
•En el cordón umbilical, cuya función consiste en permitir que jamás se interrumpa el contacto entre la madre y el feto.
El ácido hialurónico tiene un papel decisivo como elemento conjuntivo de los tejidos, como la piel. Es aquí donde se encuentra cerca del 56% de la concentración de ácido hialurónico existente en el cuerpo. La dermis corporal posee una red entramada de fibras de colágeno dentro de una sustancia intersticial cuya composición es ampliamente constituida por ácido hialurónico. Las propiedades elásticas de este ácido proporcionan resistencia contra la compresión, y es así como la piel protege las estructuras subyacentes contra las agresiones, a la vez que las propiedades no-Newtonianas del ácido hialurónico permiten que las fibras de colágeno se muevan fácilmente a través de la sustancia intersticial. Este proceso de lubricación mediante ácido hialurónico permite que la piel se adapte a las alteraciones de forma y volumen que tienen lugar cuando se mueven los huesos y los ligamentos.
El ácido hialurónico de la piel también anula los movimientos de partículas extrañas, tales como las bacterias, lo cual constituye un apoyo de la función defensiva de la piel, que actúa como una barrera contra los agentes infecciosos. Esta barrera también afecta al libre movimiento de otros materiales exógenos, como son las drogas. Es ésta la razón por la cual determinadas inyecciones subcutáneas y ciertas cremas y lociones incluyen en su composición una pequeña cantidad de la enzima hialuronidasis, que degrada el ácido hialurónico situado a su alrededor, para que el producto de tratamiento pueda pasar más libremente a través de los tejidos cutáneos.
Cuando envejecemos, disminuye la cantidad de ácido hialurónico de la piel, dado que las células cutáneas van perdiendo su capacidad de producción. Además, el peso molecular del ácido hialurónico disminuye con la edad, de tal modo que ya no conserva el agua, como lo hacía anteriormente. Este hecho puede demostrarse cuando se comprime la piel entre los dedos. En las personas jóvenes, la piel recupera en seguida su volumen original, pero, en cambio, cuando vamos siendo mayores, la capacidad de recuperación de la piel se reduce. Y es esta reducción de volumen que da origen a las arrugas.
Usado en cosmética desde 1996, puede ser de origen animal (de la cresta de las gallinas y del globo ocular de los peces) o de origen biológico (extractos de cultivo de bacterias). Corresponden a este grupo: Juvederm, Achyal, Perlane, Restilane, Rofilan e Hylaform.
No necesita test de alergia y se inyecta superficialmente en la piel integrándose de manera natural en los tejidos sin producir fibrosis por reacción a cuerpo extraño y, por lo tanto, sin alterar las características de la piel. Es más, tienen un efecto beneficioso para la misma proporcionando una mayor hidratación y aportando, mientras dura el efecto del implante, volumen a la dermis. Es decir, actúa por relleno e hidratación tisular.
Se han encontrado reacciones adversas tipo reacción inflamatoria prolongada y alergias en aproximadamente un 3% de los pacientes. Por ello se desaconseja en personas que hayan tenido o tengan alergia a las proteínas del pollo o los huevos.
La infiltración debe ser realizada con cierto grado de sobrecorrección y se repetirá cada cuatro u ocho meses. Se aplica para modelar el contorno facial, corregir pliegues, arrugas y dar volumen a los labios. También se utiliza en forma de mesoterapia.
El ácido hialurónico es el responsable de la elasticidad de la piel y debido a sus propiedades analgésicas y de regeneración celular se utiliza, con éxito, en enfermedades como la artrosis. Es un gran remedio contra las arrugas, pues aumenta el volumen en pliegues, surcos y depresiones cutáneas. Su aplicación periódica provoca la regeneración del colágeno propio. La ventaja de este producto es que es una sustancia compatible con todos los tejidos, por lo tanto no requiere de ningún tipo de prueba cutánea como ocurre con el colágeno.
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