Cuanto más tiempo los tengas, más probable es que los tengas que sustituir».
De esta manera, la FDA actualizaba su protocolo sobre la seguridad de los implantes de silicona rellenos de gel. Es más, el organismo sanitario pone fecha de caducidad para reemplazar las prótesis: diez años. La agencia federal estadounidense enumera como principales complicaciones el endurecimiento de los tejidos e insensibilidad del seno, las asimetrías entre los dos implantes, y cicatrices e infección en el lugar donde se produjo la incisión. No obstante, el informe norteamericano apunta que «los implantes de este tipo tienen un razonable nivel de seguridad y efectividad cuando son utilizados tal y como se recomienda».
De la misma manera, aprueba el uso de los implantes «en el caso de reconstrucción para mujeres de todas las edades y el caso de aumento para aquellas con más de 22 años».
Esta advertencia cae como un jarro de agua fría en plena operación bikini. Y es que, al margen de las dietas de última hora y los atracones en el gimnasio, las clínicas de estética ven su actividad incrementada en estas fechas hasta un 25%, teniendo la operación de aumento de pecho como principal demanda. ¿La tendencia? La mujer tiende a pedir más tallas que antes, mientras el cirujano busca calmar sus pretensiones para adaptar sus deseos a los cánones de proporcionalidad.
«La noticia americana está totalmente distorsionada y fuera de lugar», señala con contundencia el doctor Vicente Paloma, responsable del área de cirugía plástica, reparadora y estética de la clínica Teknon. Y es que Estados Unidos realiza esta advertencia en relación a la experiencia vivida con unas prótesis que fueron prohibidas en 1992 por las pruebas insuficientes aportadas por los fabricantes ante los casos de ruptura del implante y filtraciones, y el temor de que estuviesen relacionados con casos de cáncer de mama.
«Son una versión antigua, con alta tasa de ruptura y de muy baja cohesividad con respecto a las que utilizamos actualmente. La generación actual es mil veces mejor. Son más resistente con un gel llamado de alta cohesividad, un apellido importante que aumenta sobremanera la seguridad y perdurabilidad de las prótesis actuales», explica Paloma, que apunta que «el recambio es mucho más prolongado que la experiencia que cuentan los norteamericanos».
España lleva la delantera
En este sentido, en España nos encontramos a años luz por delante de los norteamericanos. Y no sólo porque nuestro país encabece las operaciones de pecho en la UE, con una media de crecimiento de un 10% anual en el último lustro. En Estados Unidos la prohibición del uso de la silicona se mantuvo hasta noviembre de 2006. Durante los años del veto, las pacientes optaron por otros implantes que, en lugar de gel, estaban rellenos con soluciones salinas.
Además, el proceso de control de calidad de las prótesis en la UE es muy riguroso, con pruebas de seguridad, ensayos clínicos, una auditoría y el visto bueno de un organismo evaluador –la Agencia del Medicamento–, que otorga el sello CE, para que pueda exportarse el producto.
Además, en caso de incidentes, como el ocurrido en 1998 con la marca francesa PIP y que afectó a pacientes españolas, se establece la denominada Red de Alerta Europea y un sistema de vigilancia que permite suspender su fabricación. Con este protocolo, ¿cuál es la esperanza de vida de una prótesis mamaria en nuestro país? «Las prótesis con el sello de la CE dan garantía de por vida por ruptura de la prótesis. Es decir, si se rompe, la casa le da otra a la cliente sin pagar un duro», señala el doctor Paloma, que estima que «si la paciente ronda los 20 años, a los 50 años, después de tener hijos necesitará un recambio de la prótesis, no tanto por el envejecimiento de la pieza como de su cuerpo o porque hayan mejorado los implantes. Una mujer que se opere con 45-50 años, probablemente no necesitará ningún recambio jamás».
«Llevo tres años con ellas sin problema alguno»
Carla es una de las muchas mujeres que se ha sometido a un aumento de pecho. En su caso la cosa no fue fácil y, aunque ahora está contenta con los resultados obtenidos tras la operación, confiesa que el miedo se apoderó de ella cuando se enteró de que su partida de prótesis resultó ser defectuosa. «Por suerte yo no tuve que cambiarme los implantes, pero mucha otra gente si lo ha tenido que hacer», señala. Para esta joven lo más complicado fue superar la semana del postoperatorio, «los días posteriores a la operación son los peores. Se pasa realmente mal, pero a la larga merece la pena».
En cuanto a las revisiones asegura que no es necesario pasar por muchas. «Tuve que ir a la semana de operarme para que me dieran unas sesiones de masajes y el pecho adoptara una posición correcta, luego al mes para ver la evolución y posibles contratiempos que hubieran podido surgir y ya por último al año para hacerme una mamografía. Llevo tres años con ellas y no me han dado problemas», concluye.
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