domingo, 18 de octubre de 2015

Las algas pueden substituir en un futuro cercano a los arboles para la fabricación de papel

Un grupo de científicos españoles está investigando la forma más eficiente y limpia de convertir en papel las miles de toneladas de algas arrastradas por el mar a las playas españolas.
La investigación, presentada esta semana durante el congreso de medio ambiente Conama Local 2015, es pionera y se está patentando el proceso de producción y transformación de las plantas, explica en una entrevista con EFE la química Ana Moral, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Estos vegetales acuáticos tienen un alto contenido en celulosa, similar al de los árboles, con la diferencia de que no necesitan un tratamiento químico tan nocivo y contaminante para su conversión en papel.
“Un día por casualidad, observando las algas en la orilla, se me ocurrió intentar extraer su celulosa”, explica la química, que considera que este sistema puede ayudar a reducir el problema de la tala de árboles y la deforestación en Asia y América Latina.
Moral, especializada en la reutilización de residuos agrícolas, matiza que no se trata de entrar al mar y sacar de allí las algas o las plantas marinas sino de aprovechar lo que depositan las mareas en las playas.
“Miles y miles de toneladas” son retiradas cada año por los servicios de limpieza de los ayuntamientos.
Antes, hubo experiencias con las algas para intentar hacer compostaje y aislantes acústicos y térmicos, pero “sin mucho éxito, porque no se logró revalorizar el residuo e implantarlo a escala industrial”.
Además de adaptar la tecnología convencional de reutilización de residuos a las algas, el equipo de la universidad sevillana está trabajando en la selección de las especies más adecuadas, siendo la posidonia una de las que mejor rendimientos está ofreciendo y una de las que menos lignina contiene.
Este polímero es lo que da color al papel o a la celulosa, por lo que las fábricas papeleras utilizan tradicionalmente cloro u otros agentes para blanquear el producto final.
“Pero si tiene poca lignina, podemos blanquear con agentes que estén libres de cloro, por ejemplo con peróxido de hidrógeno (agua oxigenada)”, mucho menos nocivos para el medio ambiente.
En general, todas las algas “necesitan menos reactivos químicos para extraer la celulosa, con lo que lo estamos haciendo todo de forma más sencilla y con procesos mínimamente contaminantes”.
Además, los subproductos como el agua residual se pueden utilizar para sacar los azúcares y utilizarlos en alimentación ganadera. Se intenta cerrar el ciclo y, aunque el residuo cero es imposible, sí dejar lo menos posible”.
El producto final resultante “es exactamente igual que el papel de la celulosa del árbol, y también comestible porque no se le añade ningún elemento químico perjudicial; es inocuo”.
El próximo día 15, los investigadores tienen prevista una reunión con una industria papelera de Jaén, que se ha mostrado interesada en incorporar las algas “parcialmente” en su producción.
“Se puede meter entre un 20 o 30 %, con lo que se minimizan también los costes, porque la materia prima es gratuita. Compensa, pese al gasto del transporte”, subraya la investigadora principal del proyecto, en el que participan, entre otros, la profesora María de la Menta Ballesteros, también de la Universidad Pablo Olavide.
En cuanto al rendimiento de la celulosa que se extrae de las algas en comparación con el de los árboles, es similar siempre que las plantas acuáticas se secan previamente, añade Moral, que forma parte del grupo de Ecowal del centro universitario sevillano.

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